No
hay mayor echonería al escribir que citarse a uno mismo. Hacer
semejante cosa es un signo inequívoco de una absoluta falta de
modestia. Lo único que puede salvar de tamaño ridículo a un
desatinado aprendiz de brujo, es que esa auto complacencia
intelectual tenga por objeto contradecirse. Sí, llamar la atención
sobre lo equivocado que estuvo cuando en determinado momento afirmó
tal o cual cosa (una especie de mea culpa); claro, con la muy sana
intención de evitar el riesgo de ser leído ahora (digamos después
de unos quince años, por ejemplo) y que alguien más se dé cuenta
de lo que ya él sabe: no la pegó.
Dicho
todo lo anterior, ya casi
pasamos
a adentrarnos en ese
campo minado que es el escrutinio público, a ver si justificación
por medio, me salvo de hacer el gran papelón y de cargar con el
estigma de ejercer la falsa modestia, pero antes es imprescindible
que retratemos el momento.
Ocurre
que ayer 17 de mayo de 2020, después de meses de preparativos
(comenzaron temprano el año pasado) y un sinfín de actividades en
distintos sitios de Caracas, algunas de ellas diferidas o llevadas a
su mínima expresión por cortesía de eso que se han dado en llamar
covid-19, y muy a pesar del covid-19, llegó el cumpleaños número
100 de Aquiles Nazoa. Me excuso si por nombrar a Aquiles acabo de
despertar la falsa expectativa de que voy a hablar de él o a
comentar alguno de sus ingeniosos y bellísimos textos, por decir lo
menos, cosa que han venido haciendo tanto personas comunes y
corrientes, que por ser algo
añejas
(como yo) tuvieron el privilegio de ver Las cosas más
sencillas por TVN5 o
de divisar al poeta en su tránsito por alguna calle de Caracas, o
venezolanas y venezolanos de las nuevas generaciones que han
sido invadidos por ese espíritu caraqueñísimo de Aquiles
que ha hecho vídeos, levantado murales, representado obras de
teatro, publicado cientos de miles de mensajes en distintas redes
sociales… amén del esfuerzo institucional, que además de convocar
al pueblo para Aquiles, ha permitido entre muchas otras cosas
reeditar algunos libros y publicar otros tanto en papel como
digitalmente.
Esta
es una fiesta de la vida, de la esperanza… un encuentro con nuestra
identidad y, sobre todo, la oportunidad de vernos en el otro, de
poder reírnos de nosotros mismos, de hacer una crítica social
sabrosa, a través de los ojos y del sentir del humorista, poeta,
cronista, libretista, dramaturgo, ensayista, investigador y
quién sabe cuántas cosas más que es Aquiles.
Bueno,
y para ir
terminando
ya (porque sé que de ésta es difícil escapar), aquí los
dejo con la fulana auto cita:
(…)
se me ocurre que tenemos la necesidad imperiosa de entrar en contacto
con la obra de ese fenómeno llamado Aquiles Nazoa. En él tenemos un
gran valor que los venezolanos no podemos permitir que siga oculto.
Así como hoy en día se han vuelto a escuchar las canciones de Alí
Primera y ahora hay quienes lo están “descubriendo”, debemos
hacer un esfuerzo para difundir la obra de Aquiles, que por su
sensibilidad social y singular estética está tan cerca de nosotros.
Tenemos una deuda con él, pero sobre todo con nosotros mismos,
porque nos lo estamos perdiendo.
El
humor de Aquiles Nazoa no debe quedar para el disfrute de un grupito
de elegidos. Sería el más flaco servicio que le podríamos hacer a
su memoria.
En El
humor de Aquiles,
EncontrARTE (Revista cultural alternativa),
N°8 (diciembre de 2004)
No
sé qué opinará usted a final de cuentas, pero así
es
muy sabroso
equivocarse.
Alexis
Espinoza