Parecía que sí, en vista de la declaración inicial (después del anuncio de los resultados por el CNE) del principal candidato de la oposición en los comicios presidenciales del 7 de octubre en Venezuela. Sin embargo, con el correr de los días han venido apareciendo declaraciones infelices -inclusive del mismo Capriles Radonski- que, en el mejor de los casos, pretenden por lo menos "empañar" los resultados de las elecciones, introducir dudas.
¡Pero tienen encima (16 de diciembre) las elecciones regionales!... Entonces, ¿cuál es el mensaje que le quieren dar a su militancia?
A continuación una nota hecha al calor del anuncio de los resultados de las elecciones presidenciales del año 2006.
¡Pero tienen encima (16 de diciembre) las elecciones regionales!... Entonces, ¿cuál es el mensaje que le quieren dar a su militancia?
A continuación una nota hecha al calor del anuncio de los resultados de las elecciones presidenciales del año 2006.
No aprenden…
«Hace un año el país estaba perdido,
la gente pensaba que no valía la pena movilizarse, luchar.
Nos sentimos satisfechos [de] que se haya logrado
activar al país a defender el voto».
Julio Borges
(05/12/2006)
¿Cuál país será ese que hace un año estaba perdido (Venezuela entera, los dos tercios del electorado que votó por Chávez o el tercio que votó por Rosales)?
¿Qué gente era la que pensaba que no valía la pena movilizarse (la masa opositora que fue bombardeada sin cesar por sus medios y sus dirigentes con el mensaje del presunto fraude del referendo y la falta de condiciones de las elecciones parlamentarias)?
¿De qué se sienten satisfechos (de haber reconvertido su mensaje de “no vale la pena votar porque no hay condiciones y nos harán fraude” en “vamos a votar con las mismas condiciones de las últimas elecciones aunque nos hagan fraude”)?
Cuando Borges habla de un país que hace un año estaba perdido y de que la gente pensaba que no valía la pena movilizarse, incurre en el error histórico (es una de las pocas cosas en las cuales han sido consecuentes) de ignorar a quienes no piensan como ellos, aun cuando constituyen una irrefutable mayoría. El país no es su entorno más inmediato; ni siquiera es su parroquia, su municipio o su estado. Eso traduce el desprecio que sienten por quienes no constituyen la “élite” que ellos representan: el resto de la gente son números en una estadística, seres sin rostro, sujetos políticamente desechables y mediáticamente desvirtuables. Ese desprecio es el que les permite coquetear con la idea de que sus votos valen más que los votos de los “desdentados, alpargatúos, recién vestidos, marginales…” y persistir en su empeño de torcer el rumbo del país por cualquier medio.
Si algo hay que reconocerle a Julio Borges es que, aunque estamos segurísimos de que no lo dijo refiriéndose realmente a toda Venezuela, ciertamente lograron activar al país para defender el voto. Sí, no solo “activaron” a sus seguidores. La expectativa de la actuación errática y desquiciada de la dirigencia opositora (bien sea por acción o por omisión) motivó a muchos simpatizantes no duros del proceso de cambio a votar temprano, a estar pendientes de las auditorías y, sobre todo, a esperar en alerta la reacción tanto de dirigentes como de seguidores adversarios.
Terminaron haciéndole un gran favor al país, porque gente de todas las tendencias se vio motivada a conocer cómo era proceso electoral y muchos de los que antaño eran víctimas de su propia ignorancia, pudieron comprobar que la votación, los escrutinios y las auditorías fueron transparentes.
Gracias, Julito. Te debemos esa.
Alexis Espinoza
06/12/2006
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