lunes, 5 de febrero de 2018

Acerca de carné y otras palabras

         

Nuestra lengua al igual que las demás toma prestada de cuando en cuando alguna palabra de otra lengua; eso ocurre generalmente si ese vocablo nombra una nueva realidad; es decir, el préstamo lingüístico se da cuando lo nombrado (objeto, concepto, situación...) es nuevo entre nosotros, se incorpora a nuestra realidad y surge la necesidad de nombrarlo.

Lejos de lo que la mayoría de la gente cree, esos préstamos en sí mismos no son negativos; al contrario, son uno de los mecanismos a través de los cuales una lengua se mantiene viva, se oxigena para no desaparecer.
Existen varias vías para que la lengua española se haga de una palabra. En el caso de carnet (del francés), ticket o diskette (del inglés), por ejemplo, nuestra lengua escrita (sí, existe una diferencia sustancial entre la que hablamos y la que escribimos) las incorporó hace muchísimo tiempo tal como suenan en español y adaptadas a nuestra ortografía: carné, tique y disquete, aun cuando nos empeñemos en escribirlas en su lengua original.
En líneas generales, la incorporación al español de vocablos provenientes del latín es un poco distinta. Quizás por tratarse de nuestra lengua madre (de ella se derivan las lenguas romances, como la que hablamos) la Real Academia Española de la Lengua optó por reconocer el uso en español de ciertos nombres terminados igual que en latín, pero con marcación de tilde según nuestra ortografía (en latín no se usa tilde), en coexistencia con vocablos de ortografía absolutamente española, como es el caso de memorandum, que puede ser memorándum o, si lo preferimos, memorando (por cierto, el plural solo se debe formar a partir de memorando). Caso distinto el de algunas otras palabras donde no se usa ese híbrido latín-español, porque se requeriría modificar su raíz (como en stadium: habría que agregar al principio una e antes de la s; por eso en nuestra lengua solo se debe escribir estadio).


Alexis Espinoza
septiembre de 2003