lunes, 19 de agosto de 2019

Comics, súper héroes y afines




El furor que ha causado en algunos sectores de la población venezolana el estreno del último film de súper héroes migrados de las tiras cómicas en periódicos y del viejo “suplemento” a la televisión y, más recientemente, al cine y videojuegos, tocó mis recuerdos sobre lo ocurrido desde enero de 2019 en ciertas manifestaciones políticas, donde pudimos ver gente disfrazada de Capitán América o Batman –entre otros personajes–, cuyo episodio más “curioso” hasta ahora, a mi entender, aconteció la mañana del domingo 27 de enero en la iglesia de Santa Bárbara (parroquia Caracciolo Parra, municipio Libertador del estado Mérida), cuando el cura de turno ofició misa flanqueado por dos jóvenes, a la sazón ataviados como el Capitán y la Capitana (?) América.



Una pregunta: ¿Qué habrá detrás de los súper héroes?


En su polémico ensayo publicado en 1959, La literatura y sus enterradores (recogido en Literatura y subliteratura, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1966. Referencia para todas la citas textuales que siguen), el catedrático Segundo Serrano Poncela (SSP) expone con cierta preocupación que:


Hace años, el psiquiatra G. Legmann publicó en la revista Neurótica un artículo sumamente aleccionador, en cuyo párrafo inicial, tajante y afirmativo, se manifestaba que las generaciones norteamericanas posteriores a 1930 no saben leer bien, no muestran interés en el aprendizaje, siguen desinteresándose y no aprenderán nunca, consistiendo su máximo esfuerzo intelectual en descifrar carteles publicitarios, oír programas de radio y televisión, asistir al cine y hojear revistas ilustradas y comics. En tales condiciones, no le parecía aventurado afirmar que la letra impresa, en Estados Unidos, se encuentra en vías de desaparición como instrumento elevador de la cultura. Creo que el pronóstico ahora mismo continúa siendo válido y, por desgracia, extensivo a otros países.

(…)

El secreto del éxito sin precedente de los comics se debe, en buena parte, al uso que hacen de la explotación de los instintos sádicos y la violencia en niños y adultos de inteligencia retardada. Consagrados en su mayoría (…) al culto de los puños, las armas, la astucia y la muerte (…).



¡Y eso que ni Legmann ni Serrano Poncela conocieron a las nuevas generaciones, adictas a los videojuegos y a la internet!



Industria del entretenimiento versus entretenimiento inocente


Hoy conocemos de sobra la existencia de las grandes industrias del entretenimiento (suena inofensivo, ¿no?) que están detrás de la reaparición de antiguos súper héroes, dos de las cuales (Marvel y DC Comics) se pelean –al mejor estilo de sus personajes– por la tajada más voluminosa de ese mercado planetario y multimillonario en dólares y en cantidad de consumidores. SSP bosquejó de forma algo escueta pero eficaz, lo que en ese entonces (1959) todavía era una maquinaria incipiente:


La vasta y bien organizada industria del comic tiene a sus servicios expertos en publicidad, psicólogos y pedagogos, amén de autores y dibujantes, y trata de extender su esfera de influencia con el minucioso cuidado que pondría en ello el más exigente empresario en una isla de Utopía [SSP habla con ironía y para ello se refiere al Estado ideal descrito por Tomás Moro en su libro Utopía, donde los ciudadanos se esfuerzan para obrar de forma óptima en función del bien común]. Abarca entre sus consumidores desde la tierna criatura de instintos aún indiferenciados, que cuenta con seis años de edad y gusta pelar vivos a los pajaritos, hasta el imberbe adolescente y buen número de adultos (…).


(…) Tales sujetos imaginarios [los súper héroes] propuestos a la admiración imitativa y beata de millones de adolescentes, pertenecen al mundo de la maravilla técnica, son esquemas de ideales hombres del futuro capaces de atravesar, raudos como la luz, distancias inverosímiles, hacerse invisibles, perforar las paredes, detener al sol si es preciso. Estas cualidades son puestas al servicio de un tipo peculiar de justicia que subvierte el orden jurídico colectivo y propugna de nuevo, al cabo de aparentes milenios de progreso, la ley del Talión y la venganza privada. Ni jueces severos ni policías activos sirven para mantener el orden; aún más, son superfluos. Basta con la instancia única e inapelable del hombre de puño de hierro, ya que donde aparece impone la ley, la venganza se cumple, se restablece la justicia de acuerdo con su mejor saber y entender.

(…) la moraleja antes explícita en los fabulistas (…), pierde ahora edulcoración y es sustituida por otras más sencillas de aprender que podrían resumirse así: el astuto siempre gana, desarrollemos los instintos de agresividad, simplifiquemos la mente porque toda singularidad intelectual segrega de la masa. Esto repetido millares de veces, no deja de producir sus efectos.



No sé por qué, pero acabo de recordar de nuevo las manifestaciones políticas de la derecha venezolana en enero de este año (2019).



¿Quiénes son los enemigos de los súper héroes?, ¿cuáles las amenazas y los peligros que conjuran?


La industria del cómic y ahora también las del cine, la televisión y los videojuegos, se encargan de mantener los niveles de miedo, violencia y estupidez necesarios para que, en principio, el pueblo estadounidense y por extensión del negocio y la transculturización, el resto del “mundo libre”, sean proclives a entregar sus libertades a cambio de seguridad. Así, en períodos bien definidos, el rostro de los enemigos en la industria del entretenimiento ha tenido distintos rasgos (II Guerra Mundial: alemanes y japoneses; Guerra Fría: soviéticos y alemanes orientales; desde finales del siglo XX: árabes y musulmanes, y más recientemente se les han sumado chinos y rusos). Sin embargo, existe una especie de enemigo “comodín” que en momentos de baja beligerancia ha sido el encargado de sembrar el terror: el alienígena interplanetario, ser que reúne lo peor de esos extranjeros que les quitan el sueño. Acerca de ellos también nos habló SSP:


Para el cerrado cuerpo de Superhombres desconfiados y desafiantes, cada ciudad encierra en potencia un grupo de conspiradores, traidores y espías; los secretos militares se encuentran siempre a punto de ser sustraídos por el enemigo; los cargos públicos están ocupados por gentes corrompidas, en el planeta Marte o en la Luna se prepara una invasión de la Tierra; bombas atómicas son almacenadas en lugares misteriosos con objeto de atentar contra la humanidad, etc. Histeria colectiva e imaginaria. Allá donde el ejército, la marina o los servicios de inteligencia resultan impotentes aparecen Super Acqua, Black Terror, Captain Marvel, Golden Arrow y el conflicto queda resuelto. Parece imposible que millones de jóvenes y adultos sean capaces de devorar esos miles de imágenes (…) sin entumecerse de estupidez.



No sólo de súper héroes vive el hombre


Fuera del circuito de los grandes monstruos del entretenimiento, siempre han existido comics de naturaleza distinta a la mencionada más arriba. Muchos incluso han sido llevados al cine y/o la televisión, claro, sin una gran pretensión ni el enorme respaldo económico, técnico y comunicacional del que gozan las creaciones de las principales productoras estadounidenses. Generalmente sus protagonistas no son súper héroes, sino más bien anti héroes alejados de los estereotipos impuestos por Marvel y DC Comics, o héroes/heroínas con referentes históricos o culturales locales. Como es de suponer, esos “fuera de serie” no alcanzan una difusión “global”; sin embargo, suelen traspasar las fronteras de sus países de origen y tener buena acogida entre público de otras naciones. Estos comics de autor tienen en común el hecho de que entre sus ingredientes infaltables están el humor y el ingenio, combinación que acaricia el intelecto de quienes se dejan atrapar por sus aventuras y desventuras. A continuación les dejo una lista muy pequeña, pero donde prevalece la diversidad, como invitación a explorar comics alternativos a los de súper héroes:

  • Asterix el Galo (René Goscinny y Alberto Uderzo), la historia trastocada de las Galias y sus alrededores (Francia);
  • Elpidio Valdés (Juan Padrón), un coronel mambí y sus peripecias en la Guerra de Independencia de Cuba (Cuba);
  • Mafalda (Joaquín Lavado “Quino”), una niña sensible al acontecer mundial que cuestiona lo que ocurre a su alrededor (Argentina); y
  • Mortadelo y Filemón (Francisco Ibáñez), cómo a pesar de torpezas de todo tipo se puede llevar una agencia de detectives y sobrevivir (España).

    Alexis Espinoza
    abril/mayo 2019

domingo, 18 de agosto de 2019

¿Qué tal?





Nuestro recuerdo más reciente de José Rodríguez Iturbe data del Carmonazo. El 13 de abril de 2002, cuando Pedro Carmona Estanga (presidente de Fedecámaras, conciliábulo de la plutocracia criolla) “animado” por el pueblo que se agolpó frente al palacio de Miraflores, pegó la carrera y dejó atrás a buena parte de sus flamantes ministros e invitados a la bacanal golpista, quedaron regados una serie de objetos y papeles (algunos muy curiosos, como la casaca de cierto almirante edulcorado que se quitó el uniforme antes de huir valientemente), entre los cuales se encontró una lista titulada Candidatos, con anotaciones de puño y letra del mismísimo presidente auto nombrado, de donde a propósito de la tan cacareada y necesaria separación de poderes, vale destacar los nombres de quienes juramentaría como titulares de la Contraloría General de la República (Liliana Hernández), el Ministerio Público (Gerardo Blyde) y el Tribunal Supremo de Justicia (Alan [sic] Brewer Carías, Román Duque Corredor, Carmen Elena Crespo y Carlos Ayala Corao), cuyos nombramientos en ningún caso le corresponden al Poder Ejecutivo. Por cierto, el espacio donde debía estar el nombre de quien ocuparía la Defensoría del Pueblo se encontraba vacío (eso de defender al pueblo como que no estaba en las prioridades del “gobierno de unidad nacional”)… bueno, detallitos del poder absoluto.

Como venía diciendo, nuestro recuerdo más próximo de Rodríguez Iturbe es de aquel día, en la lista, donde apareció junto a Fernando Gerbasi, candidateado para el Ministerio de Relaciones Exteriores, solo que había un visto bueno en el nombre del primero y estaba tachado el del segundo.

Apenas cinco años antes (1997), José Rodríguez Iturbe había publicado Repensar la política (El Centauro Editores, Caracas), de donde ofrecemos el fragmento que sigue:
La oligarquía es cobarde. Teme a las convulsiones en el seno de la comunidad. Procura no acercarse jamás a los escenarios de combate. Y si se acerca, deja a sus muertos y heridos en el campo de batalla. A pesar de su infantil apoliticismo, esa plutocracia sabe que el caos la devoraría a ella antes o a la par que a los políticos. La plutocracia busca cómplices, elementos conscientes o inconscientes; pero casi nunca se arriesga al protagonismo.

¿Qué tal?…

Alexis Espinoza
10 de marzo de 2019