miércoles, 20 de marzo de 2024

¡Quién lo hubiera creído!




Hace pocos días tuve la oportunidad de pasar por la entrada de mi liceo, el "Carlos Soublette" (San Bernardino, Caracas), y presenciar algo que ni en mis visiones adolescentes más descabelladas hubiera imaginado. Había una patrulla de la Dirección General de Contra Inteligencia Militar (DIGECIM), antiguo DIM, estacionada justo en la entrada. 


En mis tiempos –estudié allí entre 1975 y 1980– era inconcebible ver una patrulla en las inmediaciones de un liceo sin que causara alguna alarma entre los estudiantes, ya que como todos sabíamos, policías + estudiantes = disturbio y patrullas + liceo = allanamiento. Por eso me llamó "poderosamente" la atención (como reza el lugar común) que a nadie parecía importarle la presencia de aquella camioneta. Definitivamente hay cosas que han cambiado; algunas para bien y otras no, pero definitivamente algunas han cambiado.


Ya no son los tiempos de los "casco blancos" de la Policía Metropolitana en la "Venezuela saudita", ni los del napalm en la Guerra de Vietnam, menos aún los de la Operación Cóndor y sus más de treinta mil desaparecidos solo en Argentina, ni los de las protestas de los bachilleres sin cupo en el centro de Caracas... ya no lo son.


Alexis Espinoza

jueves, 29 de febrero de 2024

Lorenzo y los testículos de Jehová

 Acostumbramos acompañar los textos con alguna fotografía (a veces más de una), pero en esta ocasión la prudencia aconseja no hacerlo. Por otro lado, esa misma señora mal encarada que en incontables ocasiones nos aguó la fiesta y que, incluso, más de una vez ya a punto de hacer algo nos empujó en sentido contrario, también ha aconsejado que dejáramos en claro ciertas cosas antes de adentrarnos siquiera un poco en el tema que nos ocupará. 

Entonces, vale decir que la persona de la cual hablaremos en tono anecdótico sí existió y que lo que se dirá en torno suyo es cierto (el margen de error respecto a la veracidad del asunto es por cuenta de mi memoria). Es tan cierto como que era un mamador de gallo, con frecuencia irreverente, capaz de ponerte en situaciones embarazosas. También es necesario resaltar que era católico y que no manifestaba animosidad alguna contra las otras religiones, pero ni pestañeaba a la hora de hacer chistes alrededor de cualquiera de ellas, tanto así que la propia solía ser su principal “víctima”. 

En una ocasión llegó a la puerta de la casa una mujer mayor que estaba cumpliendo una penitencia luego de haber pedido por su salud y resultar curada (ojo, no atestiguamos aquí una relación causa-efecto); había prometido ir de casa en casa dando testimonio de su curación y pidiendo limosna para mandar a hacer cierta cantidad de misas. A Lorenzo no se le ocurrió mejor idea que hacerse el sordomudo y entró en amena “conversación” con la penitente por medio de gestos y gemidos, lo cual tomó por sorpresa al resto de los presentes, quienes buscando de contener la risa no tuvieron más remedio que seguirle la corriente (ante un “¡Ay, él es mudo!… ¿De nacimiento?”, alguien respondió “No, eso fue de repente”). La señora recibió una limosna muy generosa del mudo improvisado y siguió su camino complacida después de haber explicado su caso en detalle, con palabras y señas. 

La familia entraba en tensión y aparecían las risitas nerviosas cada vez que algunos testigos de Jehová estaban por la cuadra haciendo su batida religiosa y adivinen quién se encontraba en la casa. Cuando Lorenzo decía “esos son los testículos de Jehová” y se disponía a abrir la puerta, el resto de la familia experimentaba cierta tendencia a desaparecer como por arte de magia. Él los llamaba –literalmente– testículos de Jehová: no tenía problemas en dirigirse a ellos así, solo que lo hacía de tal manera (algo rápido y mascullando un poco las palabras) que la mayoría de las veces dudaban si habían escuchado testigos o testículos. Por supuesto que entre sus interlocutores de turno menudeaban las caras de duda, sorpresa e incredulidad en el caso de los más desprevenidos, y también de molestia de quienes sabiendo que habían oído bien, tenían la certeza de haber escuchado lo que realmente escucharon. 

Resultaría interesante conocer si además de la similitud fonética entre testigo y testículo, que le servía a Lorenzo para gozar un rato a costa del prójimo, él sabía acerca de la estrecha relación semántica heredada del latín que tienen esos vocablos (no es casual que para algunos entendidos testiculus signifique testigos de virilidad, mientras que para otros, apelando al significado de sus componentes, testis: testigo y culus: diminutivo, sea pequeños testigos”). Más allá de que actualmente expertos consideren como leyenda urbana una presunta tradición de la antigua Roma, según la cual las personas requeridas como testigos en un juicio, juraban decir la verdad tocándose los testículos con la mano derecha (suponemos entonces que aquello excluía de plano a las féminas), el vínculo entre ambos términos existe y lo reconocen tanto expertos de diversas instituciones, como la RAE y, por supuesto, la Asociación de Academias de la Lengua Española, en grado tal, además, que el DRAE establece la referencia cruzada que se acostumbra en estos casos, como podremos ver de seguidas:


 



Alexis Espinoza

domingo, 28 de enero de 2024

Saludo matutino



 

La calle es una selva de cemento…

"Tite" Curet Alonso

A mi compañera de vida le gusta el sabor del agua de un sitio de la urbanización vecina (realmente la de nuestro añejo filtro de ozono no sabe tan bien como esa salida del filtro de moda, de luz ultravioleta), así que más o menos cada tercer día a primeras horas de la mañana –preferiblemente– voy arrastrando un carrito con mi botellón de 19 litros, desde Las Brisas hasta Santa Rosa (Cúa), en busca del “preciado líquido”.

Ese viaje de ida y regreso de no más de 40 minutos, permite un sutil contacto entre personas que se cruzan en el camino. La rapidez y el anonimato no dan para mucho; sin embargo, la ocurrencia de este brevísimo intercambio verbal me ha hecho caer en cuenta de que en esas circunstancias, nuestro saludo se reduce a la mínima expresión permitida por las fórmulas de cortesía: dos palabras que generalmente suelen replicar los interlocutores con algo de timidez, a veces con cierta indiferencia y otras con simpatía.

Aquellos viandantes que no responden pudieran entrar en una variante que agruparía a los muy tímidos, a los completamente indiferentes y a los abstraídos (en especial quienes son presa de pensamientos distractivos o los que usan audífonos en la calle y/o miran sus “teléfonos inteligentes” [sic] mientras caminan, aún a riesgo de sufrir algún accidente).

De forma invariable les digo “buenos días” (como aprendí desde niño); algunos de los que responden lo hacen con las mismas palabras, mientras otros singularizan la frase: “buen día”. Tengo la impresión de que desde hace alrededor de un par de décadas escuchamos la fórmula en singular cada vez con mayor frecuencia, sin que ello signifique de alguna manera que se trata de un uso adoptado por la mayoría de los hablantes en nuestro país.

Para aclarar, una expresión es tan válida como la otra, solo que en Venezuela, así como en casi todo el resto de la América de habla hispana (con excepción de Argentina, Paraguay y Uruguay) y en España se prefiere buenos días [todo esto lo dice la RAE]. 

Entendemos entonces que quien así saluda alude únicamente al día en cuestión y no a varios días, porque hace uso del plural enfático, recurso que le imprime algo de fuerza a la frase, como en el caso de buenas tardes, buenas noches, felices pascuas, mis condolencias y muchos otros; no así, por ejemplo, en mi sentido pésame o feliz navidad, donde de preferencia se usa el singular; no obstante, feliz navidad y felices navidades son expresiones que pueden tener diferentes funciones dependiendo del contexto: ¡Te deseo feliz navidad! (salutación) y estas han sido unas felices navidades (comentario). Algo parecido ocurre con primera hora y primeras horas, donde de nuevo el contexto y no la necesidad de hacer énfasis es la clave: comenzó a llover a primera hora de la mañana (instante) y llovió en las primeras horas de la mañana (lapso).

Volviendo a nuestro breve saludo matutino, tenemos que para poetas y escritores en general es un asunto más bien estilístico y a veces hasta de ritmo interno de cada obra, tanto que un autor puede utilizar buenos días en unos textos (ver Conversación con un cochino) y buen día en otros (ver Buen día, tortuguita), e incluso ambas fórmulas en un mismo texto (ver Buenos días al Ávila). Tal es el caso de los ejemplos que siguen, correspondientes a fragmentos de poemas de mi autor preferido de la infancia, Aquiles Nazoa:

Conversación con un cochino

Cochino, buenos días.

Cochino, ¿cómo estás?

¿Qué me cuentas, cochino?

¿Qué novedades hay? (…)


Buen día, tortuguita

Buen día, tortuguita,

periquito del agua

que al balcón diminuto de tu concha

estás siempre asomada (…)

Buen día, tortuguita,

abuelita del agua

que para ver el día

el pescuecito alargas (…)


Buenos días al Ávila

Buen día, señor Ávila.

¿Leyó la prensa ya?

¡Oh, no!… No se moleste:

siga usted viendo el mar (…)

Buen día, señor Ávila,

¿Leyó la prensa ya?

¿Se enteró de que pronto

con un tren de jugar

su solapa de flores

le condecorarán? (…)

Alexis Espinoza