domingo, 2 de noviembre de 2008

Para nombrar la corrupción



 
Nunca somos tan víctimas de nuestras metáforas como cuando hablamos de la corrupción.

Es un lugar más que común el referirse al problema de la corrupción como a un asunto donde la ética es parte importante de la clave para combatirla y erradicarla, y si bien es cierto que, efectivamente, la ética guarda relación directa tanto con la actitud que una persona asume ante su quehacer al servicio del pueblo (llámese administrar recursos públicos o prestar un servicio cualquiera de la misma naturaleza) como con la actitud de ese pueblo ante el servicio y el servidor, también lo es que los mensajes que constantemente se emiten para alertar sobre la corrupción o para hablar sobre sus efectos, son desde el punto de vista del lenguaje poco menos que desastrosos.

Frecuentemente oímos, leemos o repetimos expresiones como “el fenómeno de la corrupción es grave” o “debemos combatir el flagelo de la corrupción” y muchas otras que de seguro usted ahora mismo recuerda, donde invariablemente le atribuimos a la corrupción características que hacen que la percibamos como algo con vida y voluntad propias (como un desastre natural o una bacteria). La corrupción no es un ente, una cosa, un animal fantástico o mitológico.

Lamentablemente corrupción es un sustantivo y le va muy bien ser sujeto en todo esto. Como corrupción debemos nombrar al problema, pero sin adornarlo con elementos que lo desvirtúen. Existen corrompidos y corruptores (todos corruptos), y lo son no porque contrajeran una enfermedad o les cayera encima alguna desgracia donde su voluntad no cuenta, sino porque hacen u omiten hacer algo en perjuicio de la colectividad y obtienen con ello para sí y/o para terceros algún beneficio. Entonces hablemos preferiblemente del corrupto, de los hechos de corrupción y del problema de la corrupción.

Hablemos de hombres y mujeres que tanto por acción como por omisión son responsables, individual y personalmente, cada vez que contribuyen a que una obra no se realice correctamente o a que un servicio no se preste como es debido para que alguien obtenga alguna cosa a cambio.

No hablemos más de la corrupción como si fuese una epidemia que está fuera de control y que es ajena a nosotros. Hablemos mejor de lo miserable que es quien se aprovecha de los recursos que deben dar solución a la necesidad ajena.

Alexis Espinoza
09- 03-2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Corruptos nombrados en primera persona, estoy de acuerdo.