martes, 21 de octubre de 2008

J á l o g ü i n

En el N° 10 (diciembre de 2004) de ENcontrARTE (Revista cultural alternativa) http://www.aporrea.org/

Dedicado a todos los venezolanos y las venezolanas acostumbrados a celebrar el último día de octubre de cada año el Día de Brujas.




Seguramente le ha costado leer ese título, quizás porque le ha hecho algo de “ruido” (como dirían los comunicadores), pero le aseguro que en nuestro idioma esa palabra se escribe así... ¿Verdad que es extraño?

Más extraño –y sobre todo lamentable– resulta que aceptemos como propia una fiesta y unas “costumbres” importadas de otras culturas a golpe y porrazo, que nada tienen que ver con la idiosincrasia y mucho menos con la realidad del venezolano.

Entre tantos adeptos, ¿alguien sabe qué significa o qué tiene que ver con nosotros esta nueva fiesta? ¿Para nosotros hay algo más allá de las máscaras, los adornos alegóricos (arañas, calaveras, auyamas...) y las insulsas fiestas de disfraces de ese día? ¿Acometerán padres y maestros con el mismo entusiasmo que para la Noche de Brujas nuestro Velorio de la Cruz de Mayo?... Si intentara responder ahora el resultado no sería nada alentador.

Resulta difícil admitir que seamos tan frágiles. Que estemos tan ínfimamente identificados con nuestros valores y nuestras costumbres, que con un mediano esfuerzo comercial y mediático el terreno esté abonado para que caigamos seducidos ante una manifestación cultural ajena, –muy ajena, se los aseguro– sin que por lo menos podamos percibir que la cultura propia tiene asegurada su coexistencia.


Alexis Espinoza

jueves, 16 de octubre de 2008

La guerra: negocio global y corrupción

Publicado originalmente en noviembre de 2005.

La guerra actualmente se libra con el apoyo de todos los recursos posibles, como siempre; pero hoy en día las motivaciones, la procedencia del recurso humano y el apoyo logístico no ayudan mucho a sustentar esa visión “romántica”, donde el patriotismo y la lucha contra el mal justifican cualquier acción.
Los hechos nos han enseñado que la vida de millones de personas, el legado de culturas milenarias y la preservación del ambiente no están muy alto entre las prioridades de los guerreristas.

No nos sorprenden las verdaderas razones que mueven las guerras e invasiones (dinero). A pesar de que con motivo de los “conflictos” más recientes se realizaron torpes intentos por hacerlos parecer como un acto de defensa ante la amenaza de ataques con armas de destrucción masiva, sabemos desde hace ya bastante rato que la necesidad de mantener un aparato industrial voraz y la ausencia total de escrúpulos, permitieron marcar como una amenaza mundial a dos países que no por casualidad tienen en su subsuelo reservas de gas y petróleo de las más importantes del mundo.

Esa terrible combinación de afán desmedido de lucro con falta absoluta de principios, mantiene bien aceitada la máquina de producir dólares de la guerra. Lo que acabamos de señalar es una fórmula que tiene nombre: corrupción. No hay nada más global ni a lo que nos acostumbremos con más facilidad que la corrupción. Siempre viene bien envuelta y nuestras debilidades –así sean mínimas– la ayudan a seducirnos; por eso muchas veces la tenemos frente a frente y no la reconocemos.

Las tropas de los países que inventan guerras están compuestas principalmente por gran cantidad de jóvenes excluidos étnica y/o económicamente; carne de cañón fresca que a pesar de su escasa convicción está dispuesta a arriesgar la vida en procura de una existencia con menos carencias. Pero el costo político del regreso de los muertos y de los crímenes de guerra del ejército regular, han puesto de moda la utilización de mercenarios que organizados en unidades paralelas a las regulares, hacen el trabajo más sucio y mueren “privadamente”; por ellos solo hay que rendir cuentas de orden financiero, ya que –¡Oh, pequeño detalle!– resultan más caros los “contratistas” llevados de cualquier parte del mundo con jugosos sueldos, que los soldados “propios”.


La privatización de la guerra no se queda en los que reparten y reciben metralla. Asuntos como, por ejemplo, la tintorería y los comedores en las “zonas en conflicto”, los manejan empresas que ganan astronómicas sumas de dinero por la prestación de unos servicios de calidad muy discutible. Pero en la guerra la ropa limpia y la buena comida son secundarias; en cambio, es prioritario contratar esos servicios con empresas del entorno más próximo del alto gobierno, no por un asunto de tráfico de influencia (el responsable de la cartera de Defensa del gran hacedor de la guerra fue, coincidencialmente, ejecutivo del principal consorcio contratista) o de la más directa corrupción (groseros sobreprecios que de seguro espantarían al mismísimo Diego Arria), sino porque está en juego la seguridad nacional, hemisférica y mundial; la seguridad que dibujan ellos, los patriotas, los buenos, los que luchan contra el mal dondequiera que esté.

¿Qué es lo reprochable de enriquecer junto a los amigos con el negocio de la guerra?...

¿Dónde está Transparencia Internacional? ¡Ah, sí!: está encuestando a ejecutivos de las principales empresas y gente influyente por todo el mundo a ver cómo perciben a los gobiernos de sus distintos países.

Alexis Espinoza

Un año de agravio para la etnia warao

Enviado el 18 de febrero pasado a quienes aparecen en los créditos del Calendario 2008 de la Contraloría General de la República como responsables de su elaboración.

La Contraloría General de la República (CGR) es una institución del Estado venezolano, así que todo lo que hace público, por el medio que sea y por intrascendente que parezca, tiene alguna consecuencia. Nos referimos concretamente al Calendario 2008 “Warao: Gente de las curiaras”, el cual no solo es distribuido en la CGR, sino que también se hace llegar a infinidad de órganos de control tanto nacionales como extranjeros y a muchos otros entes públicos de variada naturaleza en distintas partes del mundo.

El calendario de este año es muy particular porque, además de unas bellas fotografías y su agradable diseño gráfico, tiene por tema a un grupo humano (la etnia indígena warao) y no, por ejemplo, a un artista (Narváez, 2007), un personaje histórico (Bolívar, 2006), una abstracción (Valores, 2005) o un monumento natural (el Ávila, 2004). Esta vez se escogió a una etnia venezolana que está viva y tiene voz propia, que puede expresarse por sí misma y decirnos cómo es, cómo ve el mundo y cómo se relaciona con él.

Sin embargo, los textos que acompañan las imágenes del calendario 2008 de la CGR no son del todo felices, como en el reverso de la portada, donde leemos: “Se han adaptado a la vida moderna y a convivir con poblaciones más civilizadas”, expresión propia del pensamiento desarrollista, que considera como inferiores o menos civilizadas aquellas sociedades cuyo modo de vida no es el occidental.

Más adelante (mes de abril, siempre en el reverso) se señala que: “Le rinden culto al sol, a la luna y a las aguas”, despachando con una tamaña generalidad que resume como hemos venido “entendiendo” la religiosidad de las etnias indígenas, la rica visión cosmogónica de un pueblo y, sin duda, uno de los pilares fundamentales de su cultura. La mitología y la literatura warao son hermosas y han sido recogidas en varios libros; algunos textos cuya voz es la de la propia etnia, de seguro nos hubieran ilustrado mejor acerca de sus cultos y creencias.

En ese mismo mes se expresa que “Para el matrimonio no hay noviazgo previo sino que la mujer se ‘escapa’ con la pareja elegida. Normalmente hacen vida marital desde muy jóvenes, tienen de cinco a ocho hijos (…)”, afirmación que niega de plano la existencia de ese noviazgo simplemente por no comprenderlo y, a pesar de haber manejado antes la noción de matrimonio, ahora se retrocede a la denominación “vida marital” (como no la formalizan de la misma forma que nosotros “los civilizados”, se pasa a denominar la relación matrimonial warao de una manera despectiva, equivalente a concubinato); además, se hace una referencia antipática y sin sentido acerca de la cantidad de hijos que comúnmente tiene la mujer de esa etnia, que se asemeja más a una descripción de tipo zootécnica (las hembras de la especie tal paren de tantas a tantas crías) que a un comentario constructivo sobre la vida y costumbres de una sociedad.

También nos llama la atención que se usen indistintamente los términos “raza” (mes de mayo), “etnia” (julio) y “tribu” (octubre) para referirse al pueblo warao cuando a) raza es una palabra que se refiere solamente al conjunto de características físicas que diferencian a grupos de una misma especie y que se perpetúan por medio de la herencia [DRAE, 2001], y no incluye los aspectos de índole lingüístico, social y cultural que junto con los de orden racial sí reúne etnia; y b) desde hace varias décadas se ha venido dejando de utilizar tribu por su connotación negativa, en beneficio de etnia que reivindica la riqueza cultural de los grupos a los cuales se atribuye dicha denominación (precisamente en contraposición a tribu), por lo cual tiene hoy un uso aceptado y extendido tanto en la Antropología como en las demás Ciencias Sociales.


En julio encontramos: “La educación y el trabajo también son valores presentes en una etnia que se ha adaptado a los cambios que impone la modernidad”, referencia que sugiere tendenciosamente que “educación” y “trabajo” son valores presentes en los warao gracias a que han sido influidos por gente “más civilizada” (esto lo podemos apreciar mejor si lo relacionamos con el texto del reverso de la portada comentado en principio). ¿Si eso es cierto, entonces cómo pudo sobrevivir hasta ahora un pueblo milenario sin educarse ni trabajar?
Al mes de noviembre lo acompaña el siguiente texto: “La esperanza descansa en las nuevas generaciones: sus sueños, su formación y su voluntad de ver hacia delante, más allá del horizonte”, pasaje idílico que bien pudiera atribuírsele a cualquier “población civilizada moderna”, donde se valoran sobre manera la juventud, la educación formal profesional y las expectativas en relación con el futuro, en contraste con las sociedades de corte tradicional, como los warao, donde se valora la sabiduría de los ancianos, que es vital para transmitir a los más jóvenes conocimientos ancestrales que le permitan a su cultura seguir existiendo.

La cultura warao enfrenta desde hace largo tiempo el tremendo reto de sobrevivir al “contacto” con la cultura criolla. Ese es un peligro constante y creciente que ha tenido momentos terribles, como el devastador cierre del caño Mánamo en 1966 por parte de la Corporación Venezolana de Guayana (cuando se construyó un dique-carretera que creó de un lado un gran lago y del otro un desierto) que condujo a la muerte por inanición a muchos guaraúnos (inclusive algunos fueron comidos, aún antes de morir, por animales que también buscaban subsistir), y que significó para los más “afortunados” el desplazamiento forzoso hacia sitios que los hicieron inmensamente vulnerables; muchas comunidades se vieron desintegradas y sus miembros tuvieron la necesidad de emigrar a zonas habitadas por los criollos, donde llegaron generalmente a engrosar la población marginal. Episodios como el referido, son producto de la avaricia desarrollista y la incomprensión de la cultura ajena; son la consecuencia de ambiciones faraónicas que tienen como aliada la ignorancia acerca de los habitantes originarios de estas tierras. Todavía hoy, cuando existe una visión de Estado progresista sobre los pueblos indígenas, que reconoce sus derechos ancestrales y su papel en la formación de nuestra identidad como nación, los warao siguen luchando por recuperarse de tanto “roce” con el mundo “civilizado”.

Alexis Espinoza

Mi dueño soy yo


Texto escrito en noviembre de 2004


Muchos años de experiencia en eso de ejercer poder sobre los pueblos tercermundistas y apropiarse de sus riquezas, le han proporcionado al “gendarme global” suficiente material para idear, probar y afinar estrategias que le hacen confiar en que siempre –a veces más temprano a veces más tarde– podrá lograr sus objetivos.

Como podremos apreciar si le echamos una mirada a la historia de nuestro continente, hay episodios que comienzan y terminan en días o semanas, otros demoran meses, algunos años, otros pocos hasta décadas (de hecho existen capítulos aún no cerrados por el dueño del mundo).

Parece que el gendarme por más que fracase nunca fracasa; basta conque no lo reconozca y difiera el final hasta que el tiempo y el dinero que invierte asfixien a su presa y se traduzcan en un triunfo.

¿Cómo hacer para librarnos de esa perversión si le somos tan apetecibles (primera reserva probada de petróleo, octava de gas, importante reservorio de agua...)? Indudablemente los venezolanos estamos en ese trance; estamos en pleno “conflicto de baja intensidad” y todavía existe gente que estúpidamente no se da o no quiere darse cuenta...

Tenemos el legítimo derecho a ejercer una soberanía integral, a decidir nosotros mismos qué queremos hacer y cómo queremos hacerlo, sin tener que ver por encima del hombro.

Alexis Espinoza






¿Entre nosotros y la Historia quién?

Publicado originalmente en el N°16 /abril de 2005/ de ENcontrARTE 



Si bien podemos decir que la Historia es objetiva en tanto recoge hechos que efectivamente ocurrieron, nuestro contacto con ella y la visión que tengamos de esos hechos dependen en gran medida de los mediadores que se encuentran entre nosotros y la Historia. En este punto se tornan extremadamente importantes la rigurosidad y la honestidad del “mediador” (llámese historiador, comunicador social, amigo, madre, pareja…), pero es clave sobre todo su compromiso para con la propia Historia, en cuya medida podemos presumir con mayor o menor certeza que, apartando los matices, lo que se nos ha dicho es verdad (¡menuda palabra!), y que entonces tenemos el privilegio de estar nutriendo por lo menos aceptablemente nuestra memoria.

Nosotros, los simples mortales, debemos ser sujetos activos en ese proceso de aprehensión de la Historia (sea ésta formal o no; la de ayer o la del siglo pasado; la que nos ofrecen “los expertos” o la que escuchamos en la esquina) y no tenerle miedo a la indagación que va más allá de lo anecdótico. Dudar sin ser obsesivo y no despreciar fuentes de información alternas, nos ayudará a cultivar un espíritu crítico y hará más difícil que seamos presa de mediadores poco rigurosos, de dudosa honestidad o, lo que es peor, comprometidos con intereses “subalternos” y no con la propia Historia.

Siempre podremos escoger entre recibir cómodamente una verdad digerida y buscar de cuando en cuando una verdad que se construye mientras la vamos descubriendo.

Alexis Espinoza