En julio de ese mismo año la NASA le
había ganado una importante batalla a la agencia espacial soviética en la carrera
por la conquista del cosmos, donde hasta ese momento el líder del Pacto de
Varsovia le llevaba la delantera al de la OTAN: la misión Apolo 11 regresó
sanos y salvos a Armstrong, Collins y Aldrin, después de 195 horas, 18 minutos
y 35 segundos de viaje, durante los cuales alunizaron, dos de ellos realizaron
una caminata lunar y, además, recogieron muestras –entre otras actividades–
antes de regresar victoriosos, con millones y millones de personas alrededor de
todo el mundo como testigos, gracias a una de las mayores y más importantes transmisiones
televisivas realizadas hasta ese momento.
Como era de suponerse, después de
semejante hazaña las “acciones” del proyecto liderado por Estados Unidos experimentaron
una sustancial alza, mientras que las del proyecto de la URSS sufrieron un
retroceso considerable. Eso “animó” a muchos gobiernos bajo el manto de influencia
estadounidense a profundizar o iniciar acciones para erradicar el fantasma del
comunismo, el cual sentía predilección por pasearse en las inmediaciones de fábricas
y universidades de los países del tercer mundo, especialmente en América Latina
donde la corriente contracultural surgida a raíz del Mayo Francés (1968), ayudó
a echar las bases del movimiento de renovación universitaria.
En Venezuela, las mentes más
progresistas se ocupaban de soñar la nueva universidad; mientras, el pensamiento
más retrogrado administraba la educación del país. La renovación no sería
posible si no se garantizaba que la universidad decidiera su destino y para
ello precisaba hacer valer su autonomía, solo que el nuevo gobierno estaba
dispuesto a impedirlo a toda costa, así que adelantó rápidamente una reforma de
la Ley de Universidades que originó una serie de manifestaciones estudiantiles
en varias ciudades del país.
Con la perfecta excusa de preservar el
orden público y evitar la anarquía dentro de los espacios educativos, a partir
del 29 de octubre de 1969 comenzaron las acciones en universidades como la de
Los Andes y la del Zulia, que siguieron con el allanamiento, ocupación y cierre
de la UCV dos días después, hasta febrero de 1971, en una acción coordinada (Operación
Canguro) de fuerzas militares y policiales.
Nada más en la Universidad Central de
Venezuela, el saldo fue de 10 estudiantes muertos y cientos más heridos,
torturados y desaparecidos. Por otra parte, a pesar de que el allanamiento cesó
en 1971, el gobierno de Rafael Caldera le otorgó estatus de parque nacional al
Jardín Botánico, en vista de lo cual pasó a depender del Ministerio del
Ambiente y a estar custodiado por la Guardia Nacional, hasta que el 20 de
diciembre de 2000 (29 años después) el gobierno de turno restituyó su control y
mantenimiento a la universidad.
Alexis
Espinoza