Nuestro recuerdo más reciente de José Rodríguez Iturbe data del
Carmonazo. El 13 de abril de 2002, cuando Pedro Carmona Estanga
(presidente de Fedecámaras, conciliábulo de la plutocracia criolla)
“animado” por el pueblo que se agolpó frente al palacio de
Miraflores, pegó la carrera y dejó atrás a buena parte de sus
flamantes ministros e invitados a la bacanal golpista, quedaron
regados una serie de objetos y papeles (algunos muy curiosos, como la
casaca de cierto almirante edulcorado que se quitó el uniforme antes
de huir valientemente), entre los cuales se encontró una lista
titulada Candidatos, con anotaciones de puño y letra del
mismísimo presidente auto nombrado, de donde a propósito de la tan
cacareada y necesaria separación de poderes, vale destacar los
nombres de quienes juramentaría como titulares de la Contraloría
General de la República (Liliana Hernández), el Ministerio Público
(Gerardo Blyde) y el Tribunal Supremo de Justicia (Alan [sic] Brewer Carías,
Román Duque Corredor, Carmen Elena Crespo y Carlos Ayala Corao),
cuyos nombramientos en ningún caso le corresponden al Poder
Ejecutivo. Por cierto, el espacio donde debía estar el nombre de quien ocuparía la Defensoría
del Pueblo se encontraba vacío (eso de defender al pueblo como que no
estaba en las prioridades del “gobierno de unidad nacional”)…
bueno, detallitos del poder absoluto.
Como venía diciendo, nuestro recuerdo más próximo de Rodríguez
Iturbe es de aquel día, en la lista, donde apareció junto a
Fernando Gerbasi, candidateado para el Ministerio de Relaciones
Exteriores, solo que había un visto bueno en el nombre del primero y
estaba tachado el del segundo.
Apenas cinco años antes (1997), José Rodríguez Iturbe había
publicado Repensar la política (El
Centauro Editores, Caracas), de donde ofrecemos el fragmento
que sigue:
La oligarquía es cobarde. Teme a las convulsiones en el seno de la
comunidad. Procura no acercarse jamás a los escenarios de combate. Y
si se acerca, deja a sus muertos y heridos en el campo de batalla. A
pesar de su infantil apoliticismo, esa plutocracia sabe que el caos
la devoraría a ella antes o a la par que a los políticos. La
plutocracia busca cómplices, elementos conscientes o inconscientes;
pero casi nunca se arriesga al protagonismo.
¿Qué tal?…
Alexis Espinoza
10 de marzo de 2019
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