domingo, 18 de agosto de 2019

¿Qué tal?





Nuestro recuerdo más reciente de José Rodríguez Iturbe data del Carmonazo. El 13 de abril de 2002, cuando Pedro Carmona Estanga (presidente de Fedecámaras, conciliábulo de la plutocracia criolla) “animado” por el pueblo que se agolpó frente al palacio de Miraflores, pegó la carrera y dejó atrás a buena parte de sus flamantes ministros e invitados a la bacanal golpista, quedaron regados una serie de objetos y papeles (algunos muy curiosos, como la casaca de cierto almirante edulcorado que se quitó el uniforme antes de huir valientemente), entre los cuales se encontró una lista titulada Candidatos, con anotaciones de puño y letra del mismísimo presidente auto nombrado, de donde a propósito de la tan cacareada y necesaria separación de poderes, vale destacar los nombres de quienes juramentaría como titulares de la Contraloría General de la República (Liliana Hernández), el Ministerio Público (Gerardo Blyde) y el Tribunal Supremo de Justicia (Alan [sic] Brewer Carías, Román Duque Corredor, Carmen Elena Crespo y Carlos Ayala Corao), cuyos nombramientos en ningún caso le corresponden al Poder Ejecutivo. Por cierto, el espacio donde debía estar el nombre de quien ocuparía la Defensoría del Pueblo se encontraba vacío (eso de defender al pueblo como que no estaba en las prioridades del “gobierno de unidad nacional”)… bueno, detallitos del poder absoluto.

Como venía diciendo, nuestro recuerdo más próximo de Rodríguez Iturbe es de aquel día, en la lista, donde apareció junto a Fernando Gerbasi, candidateado para el Ministerio de Relaciones Exteriores, solo que había un visto bueno en el nombre del primero y estaba tachado el del segundo.

Apenas cinco años antes (1997), José Rodríguez Iturbe había publicado Repensar la política (El Centauro Editores, Caracas), de donde ofrecemos el fragmento que sigue:
La oligarquía es cobarde. Teme a las convulsiones en el seno de la comunidad. Procura no acercarse jamás a los escenarios de combate. Y si se acerca, deja a sus muertos y heridos en el campo de batalla. A pesar de su infantil apoliticismo, esa plutocracia sabe que el caos la devoraría a ella antes o a la par que a los políticos. La plutocracia busca cómplices, elementos conscientes o inconscientes; pero casi nunca se arriesga al protagonismo.

¿Qué tal?…

Alexis Espinoza
10 de marzo de 2019

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