El texto que sigue lo leí por primera vez a principios de la década del 2000; hoy lo que allí se dice está más vigente que nunca: EEUU no ha cambiado su libreto y a Nicaragua en estos momentos (abril de 2018) le están aplicando otra vez la vieja receta que le administraron en los años 80 del siglo pasado, y de la cual viene siendo víctima Venezuela desde que comenzó el siglo XXI. Así que cualquier parecido entre lo que se cita más abajo y lo que actualmente ocurre en Venezuela y Nicaragua no es ni remotamente una coincidencia.
“Conflicto
de baja intensidad” en el Caribe: la fase preventiva
(En Venezuela
y las relaciones internacionales en la cuenca del Caribe. Andrés
Serbin [Compilador]. Coedición Instituto Latinoamericano
de Investigaciones Sociales y Asociación
Venezolana de Estudios del Caribe. Caracas, 1987. Páginas 43-46)
Isabel Jaramillo Edwards
La
percepción[1] estratégica norteamericana actual ubica a todo
el Tercer Mundo en lo que se denomina área de “conflicto de baja intensidad”.
El “conflicto
de baja intensidad” (LIC), según el Mandate for Leadership II de la Heritage
Foundation[2]
“es una estrategia a través de la cual los programas de ayuda pueden ser
realizados en regiones conflictivas sin la carga ominosa que significa la
intervención militar” directa. Esto significa tratar de evitar los debates en
el Congreso. Los movimientos antibélicos, los marines muertos devueltos a
Estados Unidos, en definitiva evitar todo aquello que significó un alto costo
en la guerra de Vietnam.
Esta doctrina bélica contempla el uso de elementos
paramilitares, guerra económica, propaganda y desestabilización, operaciones
antiterroristas, etc. [...]
Aunque el
concepto “conflicto de baja intensidad” se deriva de lo que los estrategas
militares llaman “espectro del conflicto”, se está generalizando en el
establishment de la defensa y think-tanks dedicados al tema, como concepto
globalizador de una variedad de “hechos” y “sucesos” o “conmociones sociales”
que se suceden en el mundo subdesarrollado producto de una situación de
explotación crónica y creciente depresión económica y endeudamiento externo.
El ajuste del antiguo pensamiento estratégico y el
desarrollo de una nueva concepción de la política que contempla la utilización
de la fuerza militar como un instrumento de política exterior, se debe –según
Weinberger– a “los cambios en la política internacional y en el equilibrio
militar global” que han creado una “nueva geografía de conflicto” para lo cual
es necesario “un aparato militar flexible y móvil que pueda adaptarse rápida y
decididamente”[3] a los intereses de
Estados Unidos donde quiera que estén.
[...]
Esta “nueva geografía” no es realmente nueva sino que
retoma, adecúa y decanta viejas concepciones para justificar “intervenciones
selectivas”[4] .
[...]
Se plantea que Estados Unidos debe estar preparado
para enfrentar “una amplia gama de amenazas ambiguas en el área oscura entre la
guerra de envergadura y la paz milenaria...”, reiterándose la necesidad de
“estar preparados para comprometer su poder político, económico y, si fuera
necesario, militar cuando la amenaza sea aún controlable y cuando su uso
prudente pueda impedir que esa amenaza evolucione”[5].
[...]
El
llamado “conflicto de baja intensidad” es entonces un concepto de dimensión
estratégica que integra medidas políticas, económicas, sociales y militares que
tienen por objeto “ganarse al pueblo” y “evitar ciertos resultados” obviamente
referidos a procesos revolucionarios e incluso a medidas modernizantes o
reformistas que tengan lugar en los países del Tercer Mundo, y que Estados
Unidos estime que atentan contra sus intereses.
Incluye el uso de la fuerza militar como elemento “disuasivo”, y en una
fase extrema del “conflicto de baja intensidad”, se contempla la participación
directa de tropas de Estados Unidos cuando el país (o región) afectado no haya
sido capaz de solucionar el problema en base a las medidas internas
implementadas con ayuda y asesoría norteamericana en todos los niveles, para
lograr la llamada “construcción de la nación”.
[...]
En
Centroamérica, como “peligro inmediato”[6], el
“conflicto de baja intensidad” se encuentra en la fase ofensiva. Estados Unidos
financia abiertamente a la contrarrevolución, satura el escenario de maniobras
y ejercicios bélicos con aparente intención “disuasiva” pero cuyo carácter
potencialmente agresivo es indudable, además de obstaculizar soluciones
negociadas[7], en
un intento por revertir la revolución nicaragüense e impedir el avance del
movimiento revolucionario salvadoreño de forma de mantener artificialmente y
agudizar el conflicto local.
[1] Las percepciones adolecen de un peligro
interpretativo porque corresponden a una interpretación intencional de la
realidad donde inciden elementos de propaganda, desinformación y parte de
información real dirigida interesantemente que puede encubrir la realidad o
parte de la realidad misma.
[2] R. Shultz: Low Intensity Conflic. 1984. pp.
264-270.
[5] G. Shultz: Remarks on Low intensity warfare
conference, 15 de enero de 1986; National Defense University .
Conferencia Convocada
por el Departamento de Defensa y National Defense University.
[6] Isabel Jaramillo: Centroamérica: el peligro
inmediato. Ponencia Conferencia contra la Carrera Armamentista
por la Paz y el
Desarrollo. La Habana ,
enero 1985.
[7] “Las negociaciones no son el objetivo de la
política exterior norteamericana, son el medio por el cual se logra ese
objetivo... sabemos que las negociaciones y la diplomacia que no están respaldadas
por la fortaleza son, en el mejor de los casos, ineficaces, y en el peor de los
casos, peligrosas”, G. Shultz, Discurso ante Veteranos, Chicago, 21-8-84.
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