El problema que describe quien habla en el video existe también en
Venezuela y en muchos otros países, donde millones de
personas cuando suben algún peldaño en la escala económica y/o social,
olvidan su origen como por arte de magia y asumen posturas que se
corresponden con el modo de pensar de la gente "acomodada", de gente que está muy lejos de identificarse con ellos y menos aún de considerarlos sus iguales. En pocas
palabras, pasan a ser "desclasados", porque asumen para sí y defienden
los intereses de una clase social a la que realmente no pertenecen.
Seguramente alguna vez ha escuchado hablar a alguien que salió de un barrio y
ahora vive un poco mejor, que echa el cuento de que el sitio donde
habitaba anteriormente era peligroso, que tenía vecinos delincuentes,
traficantes... antisociales de diversa calaña, pero que a diferencia de
las otras familias, la suya era de gente sana y honrada, que supo tomar
buenas decisiones y hacer un esfuerzo; es decir, cree que él y su familia son la
excepción, son distintos y la prueba más fehaciente es que ahora viven en un sitio distinto. Pero
resulta que en todos los barrios la mayoría de las familias están
compuestas por gente trabajadora, con deseos de salir adelante, honesta y solidaria. Aunque ciertamente en nuestros
barrios hay delincuencia (en las urbanizaciones de cualquier clase también), el grueso de la gente no participa de ella; por el contrario, para una mayoría abrumadora de las familias, una preocupación constante es la de tener un ambiente sano donde los y las más jóvenes puedan desarrollarse, y no al revés, como los estratos dominantes quieren que creamos.
La gente desclasada –sin saberlo– se convierte en el perfecto agente transmisor de ese
tóxico mensaje que le atribuye injustamente a la mayoría de su clase el daño que en realidad hace una minoría minúscula, pero muy publicitada, al punto de que se invierten ficticiamente las proporciones, con lo cual entonces se sugiere que las mayorías populares son antisociales por naturaleza, creando en grandes sectores cierta vergüenza de clase, que se ha traducido en expresiones como "pobre pero honrado" (difícil que alguien privilegiado económicamente diga de sí mismo "rico pero honrado"), en una suerte de términos opuestos, donde "lo normal" es que la confluencia de pobreza y honradez en una persona sea algo excepcional.
Para nuestro desconsuelo, las personas desclasadas invariablemente actúan en contra los intereses de su verdadera clase y jamás se enteran de ello.
Alexis Espinoza
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