La
calle es una selva de cemento…
"Tite" Curet Alonso
A
mi compañera de vida le gusta el sabor del agua de un sitio de la
urbanización vecina (realmente la de nuestro añejo filtro de ozono
no sabe tan bien como esa salida del filtro de moda, de luz
ultravioleta), así que más o menos cada tercer día a primeras
horas de la mañana –preferiblemente– voy arrastrando un
carrito con mi botellón de 19 litros, desde Las Brisas hasta Santa Rosa (Cúa), en busca del “preciado
líquido”.
Ese
viaje de ida y regreso de no más de 40 minutos, permite un sutil
contacto entre personas que se cruzan en el camino. La rapidez y el
anonimato no dan para mucho; sin embargo, la ocurrencia de este
brevísimo intercambio verbal me ha hecho caer en cuenta de que en
esas circunstancias, nuestro saludo se reduce a la mínima expresión
permitida por las fórmulas de cortesía: dos palabras que
generalmente suelen replicar los interlocutores con algo de timidez,
a veces con cierta indiferencia y otras con simpatía.
Aquellos
viandantes que no responden pudieran entrar en una variante que
agruparía a los muy tímidos, a los completamente indiferentes y a
los abstraídos (en especial quienes son presa de pensamientos
distractivos o los que usan audífonos en la calle y/o miran sus
“teléfonos inteligentes” [sic] mientras caminan, aún a riesgo
de sufrir algún accidente).
De
forma invariable les digo “buenos días” (como aprendí desde
niño); algunos de los que responden lo hacen con las mismas
palabras, mientras otros singularizan la frase: “buen día”.
Tengo la impresión de que desde hace alrededor de un par de décadas
escuchamos la fórmula en singular cada vez con mayor frecuencia, sin
que ello signifique de alguna manera que se trata de un uso adoptado
por la mayoría de los hablantes en nuestro país.
Para
aclarar, una expresión es tan válida como la otra, solo que en
Venezuela, así como en casi todo el resto de la América
de habla hispana (con excepción de Argentina, Paraguay y Uruguay)
y en España se prefiere buenos días [todo esto lo dice la RAE].
Entendemos entonces que quien así saluda
alude únicamente al día en cuestión y no a varios días, porque
hace uso del plural enfático,
recurso que le imprime algo de fuerza a la frase, como en el caso de
buenas tardes, buenas noches, felices pascuas,
mis condolencias y muchos otros; no así, por ejemplo, en mi
sentido pésame o feliz navidad, donde de preferencia se
usa el singular; no obstante, feliz navidad y felices
navidades son expresiones que pueden tener diferentes funciones
dependiendo del contexto: ¡Te deseo feliz
navidad! (salutación)
y estas han sido unas felices navidades
(comentario). Algo parecido
ocurre con primera hora
y primeras horas,
donde de nuevo el contexto y
no la necesidad de hacer énfasis es la clave:
comenzó a llover a
primera hora de la mañana (instante)
y llovió en las
primeras horas de la mañana (lapso).
Volviendo
a nuestro breve saludo matutino, tenemos que para poetas y escritores
en general es un asunto más bien estilístico y a veces hasta de
ritmo interno de cada obra, tanto que un autor puede utilizar buenos
días en unos textos (ver Conversación con un cochino) y
buen día en otros (ver Buen día, tortuguita), e
incluso ambas fórmulas en un mismo texto (ver Buenos días al
Ávila). Tal es el caso de los ejemplos que siguen,
correspondientes a fragmentos de poemas de mi autor preferido de la
infancia, Aquiles Nazoa:
Conversación
con un cochino
Cochino,
buenos días.
Cochino,
¿cómo estás?
¿Qué
me cuentas, cochino?
¿Qué
novedades hay? (…)
Buen
día, tortuguita
Buen
día, tortuguita,
periquito
del agua
que
al balcón diminuto de tu concha
estás
siempre asomada (…)
Buen
día, tortuguita,
abuelita
del agua
que
para ver el día
el
pescuecito alargas (…)
Buenos
días al Ávila
Buen
día, señor Ávila.
¿Leyó
la prensa ya?
¡Oh,
no!… No se moleste:
siga
usted viendo el mar (…)
Buen
día, señor Ávila,
¿Leyó
la prensa ya?
¿Se
enteró de que pronto
con
un tren de jugar
su
solapa de flores
le
condecorarán? (…)
Alexis
Espinoza