lunes, 3 de noviembre de 2025

Buenos muchachos



A pesar de que ese empresario de dudoso éxito, devenido en presidente, contestó a la reportera hablando y gesticulando con una imitación ramplona de Marlon Brando como Vito Corleone (The Godfather / El Padrino), su comportamiento se asemeja más al de Tommy DeVito, el personaje impulsivo y sanguinario que le valió el Oscar como mejor actor de reparto a Joe Pesci en 1990 (Goodfellas / Buenos Muchachos).

No será la primera vez que Estados Unidos de América (EUA) intervenga en otro país y –más que seguro– tampoco será la última, pero sí es la primera ocasión cuando uno de sus presidentes se hace preguntar si va a utilizar a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), para luego declarar con la arrogancia propia del personaje que interpreta que sí, que ordenó a la CIA iniciar (?) acciones encubiertas dentro de esa nación (Venezuela), renunciando al factor sorpresa, una de las grandes ventajas asociadas con ese tipo de acciones; claro, lo hizo en favor de la que es su arma preferida desde sus días de hacer negocios privados y quebrar empresas, la intimidación.

Contrariamente, durante la Guerra Fría EUA mantuvo un manto de misterio tal sobre la CIA, que en buena parte de los países bajo el influjo de la OTAN ni siquiera se la mencionaba o sí se hacía, su existencia era puesta en duda y hasta considerada una leyenda urbana.

La agencia –como le dicen "cariñosamente" a ese aparato con sede en Langley, Virginia– tiene una historia de 78 años que puertas adentro se estima exitosa, pero de consecuencias terribles para los países donde ha actuado. Basta con revisar el testimonio de Phillip Agee, agente con estudios en filosofía, que tras 12 años de servicio decidió no solo renunciar, sino también escribir un libro (Dentro de la compañía: diario de la CIA, publicado en 1975) donde describe entre otros asuntos, acciones de la organización en diversos países, como por ejemplo, las realizadas en Ecuador:

Teníamos que hacer nuestro trabajo a cualquier precio. El Vicepresidente del país –Reinaldo Varea– era agente de la CIA. Nosotros le pagamos $ 1.000 mensuales y le mantuvimos una "suite" en el mejor hotel de Quito para que llevara sus mujeres. El doctor Felipe Ovalle, médico personal del Presidente, también estaba en el presupuesto de la CIA. De igual forma el Presidente de la Cámara de Diputados, el Ministro de Hacienda, el Ministro del Trabajo y el jefe de la Policía de Inteligencia. Varios dirigentes de los partidos de derecha y algunos miembros claves del Partido Comunista, como también el Director de Inmigración. Esto fue como si hubiéramos tomado el país. Pensaba que no había nada malo en lo que hacíamos, pues la CIA, sólo nos decía que teníamos que ganarle tiempo al comunismo. Por eso, trabajé como un demonio y recorrimos el Ecuador a todo vapor. Esto fue como una fantasía del poder absoluto (...)

Agee también mencionó una serie de hechos en donde estuvo la mano oculta de la CIA y que fueron comprobados por el Congreso estadounidense en la década de 1970, entre los cuales destacan los intentos de asesinar a Fidel Castro (6 veces hasta ese momento), los asesinatos de Martin Luther King, Rafael Leonidas Trujillo, Ngo Dinh Diem, Patricio Lumumba y el General chileno, René Schneider. Además, en los testimonios tomados en el Senado de EUA se evidenciaron nexos muy claros entre la agencia y el caso "Watergate", sus estrechos vinculos con la mafia internacional, un plan de invasión de Portugal desde las bases norteamericanas de España y su participación final en el asesinato del Presidente Kennedy.


Si los buenos muchachos de Langley participaron en el asesinato de su propio presidente, ¿qué serán capaces de hacer en cualquier parte del mundo bajo las órdenes de Tommy DeVito?


[Vale aclarar que la fuente de lo aquí citado sobre el libro de Phillip Agee, es el libro Historia de una censura (1979), de José Antonio Pérez Osuna (por cierto, hermano de Nitu Pérez Osuna... sí, esa misma), el cual recoge íntegros los textos publicados en su columna Pauta entre 1977 y 1978, que habían sido mutilados por la censura oficial durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez].


Alexis Espinoza



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