miércoles, 15 de octubre de 2025

Algo maravilloso o no confundir




Ya han pasado cinco días desde que se anunció el veredicto del Nobel de la Paz y todavía se escuchan las voces de infinidad de intelectuales y de antiguos ganadores, que esgrimen toda clase de argumentos buscando convencernos de que la ganadora de este año no lo merecía. 

Nada más desacertado que llevar las cosas por ese camino. Es como si nos negáramos a degustar el rico fruto de la planta del ananás, porque los colonizadores le encontraron cierto parecido con el del pino y también lo llamaron piña.

Lo que ha ocurrido es algo maravilloso: el comité del Nobel creó una nueva categoría y, al parecer, aún no lo sabe o decidió saltarse la burocracia incluyendo como de la paz lo que realmente es un premio al fracaso político, porque no debe ser ninguna mantequilla instaurar una categoría cuando don Alfredo dejó instrucciones más que precisas para lavar su apellido, lo cual en sí mismo ha sido un rotundo fracaso, en vista de que el premio ha servido para que invariablemente cada año  recordemos quién inventó esa forma tan eficaz de matar y destruir que es la dinamita (y pensar que con tanto invento atroz desde entonces para acá, de no ser por la Fundación Nobel, de seguro ya nadie recordaría quién creó los fulanos cartuchos).

Volviendo al tema de la injusticia que se está cometiendo con la más reciente ganadora del Nobel de la Paz, basta con examinar someramente sus méritos para caer en cuenta de que, de ser categorizado el premio correctamente, todos estaríamos más que contentos: casi un cuarto de siglo de actividades y asociaciones de todo tipo para lograr un cambio de régimen político que ha anunciado sin descanso y que jamás ha llegado (ojo, no confundir su exitosísimo fracaso político con fracaso económico, porque en ese sentido ha obtenido un jugoso resultado en el transcurso de su quehacer durante veintipico de años, sería un tremendo error).


Alexis Espinoza

martes, 22 de abril de 2025

COMO EL 007: con licencia para matar


A propósito del fallecimiento del incomodísimo Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio, Buenos Aires, 1936 - Ciudad de El Vaticano, 2025), quien durante un papado relativamente corto (no tanto como el de Juan Pablo I, aquél que osó iniciarse investigando las finanzas de El Vaticano), les movió el piso a misóginos, homofóbicos y pedófilos dentro de la jerarquía eclesiástica y alzó su voz por los oprimidos del mundo de tal manera que fue llamado –entre otras cosas– "representante del maligno en la Tierra" y "comunista", por el actual presidente del país donde nació, se me antoja recomendarles LA SANTA ALIANZA cinco siglos de espionaje vaticano del también argentino Eric Frattini (Espasa-Calpe, 2006).

Es una obra que sorprende por los detalles que expone acerca de cómo han venido accionando en todo el mundo durante cinco siglos los servicios secretos de El Vaticano, desde que fueron fundados por Pío XII en 1566 y cómo han influido decisivamente en no pocos episodios que hoy recoje la historia universal. Para tener una idea de lo documentado escrupulosamente por Frattini, vale destacar, por ejemplo, que los primeros explosivistas que conoció la humanidad fueron producto del entrenamiento sistemático del aparato de contraespionaje vaticano, cuyos agentes eran (?) reclutados de forma exclusiva entre la comunidad de sacerdotes, los cuales también aprendían (?) lucha cuerpo a cuerpo y asesinato con puñal, así como las artes del disfraz y de la seducción.

En resumidas cuentas, se trata de un libro que no pude soltar hasta que lo terminé de leer. Luego, con más calma, lo he leído completo un par de veces más, amén de la infinidad de pequeñas consultas que me proporciona continuamente.


Alexis Espinoza